Algo que he aprendido
estas semanas, es que no estamos preparados para enfrentarnos a la muerte. Y
mucho menos si, como yo, no confías en eso del más allá. Es terrible. Duele.
Cansa. Frente a frente, da mucho miedo. Te encoges, te derrumbas, te acojonas, no
sabes cómo reaccionar, qué hacer, qué decir. Y es que, ¿cómo puedes reaccionar
de alguna manera cuerda cuando sabes que es el final?. Porque eso es,
básicamente. Es terrible.
Pero bueno, no quiero
ahondar en las desgracias porque es algo a lo que creo que nunca debiéramos de
dar un morbo innecesario.
Lo que yo quería decir es
que solo cuando experimentas de cerca la muerte, empiezas a apreciar la vida.
Tengo la sensación de que vivimos por inercia. Aquí estamos. Hala. Hello life,
nice to meet you. Estamos por aquí dando vueltas y después de un rato, nos
vamos. Está claro. Para mucha gente la vida no significa gran cosa. Para
otros, la vida, dicen, es un regalo. Y lo es. Y es terrible. Es terrible que
tengas que pasar por cosas no tan buenas para darte cuenta de la suerte de
haber aterrizado por aquí.
Ejemplo. Yo no suelo
apreciar la suerte de estar viva. Justo a principios de este mismo año escribí:
"Me sigue sorprendiendo que la gente encuentre razones para vivir
cuando las hay a raudales para suicidarse." Y esta es básicamente mi forma
de razonar irracionalmente cuando las cosas no van como yo quiero. Vamos,
cuando la vida me hace la puñeta, o, más bien, cuando la vida sigue su curso y
resulta que a mí me viene mal.
Desde luego, cuando te
dejan, suspendes, enfermas, te peleas con alguien, pierdes tu trabajo, o te
quedas sin vacaciones, la vida es una mierda. Y bueno, que no sea algo más
grave. Que no te roben, peguen, insulten, acosen, o derriben. Entonces sí que
es una mierda. Lo pillo. Soy 100% consciente de que entonces la vida puede
escocer, y no se calma diciendo que existir es un regalo. Soy consciente porque
yo misma tiendo a la melancolía, a ser un poco Hannah Baker, a ser una
"drama queen" cuando las cosas no me salen bien. Y resulta que no me
pasa nada. Nada que no le pase a los demás. Nada que no se pueda solucionar en
esta vida. ¿Entonces, qué me puede llevar a querer acabar conmigo? Está claro
que mi propia mente y la sociedad se encargan de ello. Tengo ideas en mi cabeza
que no quisiera tener, y, cuando me asaltan las dificultades, me derrumbo,
pienso que esto solo me pasa a mí, que nadie me comprende, que ojalá no
sintiera, no pensara, no molestara a nadie con mis problemas. Ideación suicida
lo llaman. ¿Lo peor? Es una cosa bastante común. Dicen que los índices de
suicidios han subido en los últimos años. Se encuentra entre las diez primeras
causas de muerte a nivel mundial, y entre los 15 y los 24 años es en torno a la
segunda o tercera causa de muerte. Una época muy mala, se justifican.
Ahora estaréis pensando
que he visto demasiado cierta serie que invade las redes sociales en los
últimos meses. Pues sí. La he visto. Y ejerciendo de pacificadora, a pesar de
ciertos guiones rarunos, me gusta. Lo que plantea es real. Quizá exagerado por
el formato serial. Pero real. Y pone los pelos de punta. Ahora, lo que da
lástima, o, más bien, rabia, es que tenga que venir Selena Gómez a hablar de
algo que es tan esencial. A hablar de la muerte. Del por qué del suicidio. ¿A
qué os recorre un escalofrío al leerlo? ¿Y si lo decís en voz alta?
Terrible.
Es terrible que alguien
pueda llegar a pensar que morir es la única solución a sus problemas. Pero,
vamos a ver, ¿qué podemos esperar de una sociedad que habla de este tema como
un tema tabú, casi más que el sexo y las drogas, que piensa que los únicos que
se suicidan son los niñatos y los artistas? ¿Qué se puede esperar de una
sociedad que enseña a competir para ganar o perder en vez del trabajo en equipo
y la solidaridad, que nos divide en simples buenos o malos, en vez de aceptar
los matices de nuestra propia naturaleza, que perdona los pecados pero no los
derechos humanos? ¿Qué se puede esperar de una sociedad que clasifica a las
personas por su apariencia física, que adora el éxito y el dinero, que gira la cabeza
a los débiles, que escupe a los distintos, que no da apoyo pero tampoco enseña
a apoyarse a uno mismo, y que, al fin y al cabo, ningunea la vida? Pues eso,
más bien poco. Se obtiene lo que se cultiva. Y nosotros no cultivamos nada. Por
eso buscamos la nada. Porque no nos engañemos. Morir es el final. Y tener fe no
puede cambiar eso. Es el final de tu familia, de tus amigos, de tu pareja,
de tu trabajo, de tus viajes, de tus aficiones, de tus sueños. Y si alguien
decide renunciar a eso por propia voluntad, es que algo estamos haciendo mal.
Enseñemos a querer, a ser
empáticos, a ayudar a los demás, a ver a los demás; pero también a tener confianza en
uno mismo, crear autoestima, valerse por sí mismo, ganar inteligencia
emocional. De poco me puede servir aprender cómo funcionan las conexiones
que se producen dentro de mi cerebro, si no sé primero cómo controlarlas.
Entonces resulta que 13
razones llevan a una persona a acabar con su vida. Algunas graves, como el
acoso o la difamación; otras leves, como el enfado con un amigo. Si es que
alguna se puede considerar leve. Dice James Rhodes, pianista que intentó
quitarse la vida en hasta cinco ocasiones, que para explicar el por qué de ello,
necesita contar las cosas tal y como le pasan por su cabeza, a pesar de que parezcan
locuras. Le han pasado cosas terribles y es la solución que le pareció más
lógica. Por suerte sigue vivo, y dice, que la música le salvó la vida.
Yo también os cuento las
cosas tal y como se me pasan por la cabeza. Y pienso que necesitamos crear salvavidas.
La música. Un amigo. Un colegio. Un padre. Es necesario que las personas nos
sintamos arropadas. Necesitamos un refugio para huir de la inevitable
frustración de la vida. Y ojo, refugio no significa salida, o cueva. Significa
ayuda. Ayuda desde que nacemos. Ayuda para sobrellevar la vida y para
comprender la muerte.
La ideación ha rondado mi
mente en mis años más débiles, y la sociedad me dice que eso es porque soy una
niñata y una pseudoartista. Y yo me lo he creído. Suerte que tengo mi salvavidas
a mano. Escribir es mi refugio. Me ayuda a entenderme y a entender. Pero eso no
basta. También tengo mis apoyos en forma de seres humanos. ¿Entonces? ¿Qué coño
has venido a decir aquí? ¿Qué eres la hostia por haber superado tu traumita?
¿Qué hagamos los demás lo mismo? ¿Qué empecemos a dar sermones a diestro y
siniestro?
Está claro que no. Como
siempre, no hay más responsable de vuestros actos que vosotros mismos. Ya sois
mayorcitos. Sociedad 1- Individuo 0. Pero si me pedís mi opinión, la muerte no
mola nada. Hoy lo veo claro. Me gusta ver y escuchar, y oler y sentir, y
probar. Y echo de menos más que nunca a gente que ya no está a mi
lado. Y eso sí que es algo irreversible. Sin embargo, la vida está llena de
posibilidades. Así que si hay 13 razones para una cosa, yo digo que solo hay
una razón para la contraria; y esa razón, es la más poderosa del mundo.
Como decía mi abuela: la
vida es un regalo.
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