Olivia,
Victoria o Amelia son nombres que me fascinan. Llevan entre sus letras toda la
esencia del pasado, del presente y del futuro. No puedo pronunciar una sola vez
estos nombres y no pensar en un baile de los ochenta, en una fotografía en
blanco y negro o en una calle de París. Sí, quizás hoy haya visto demasiadas
veces la misma película de Woody Allen, pero me siento filósofa.
Olivia del
latín oliva significa ‘aceituna’ y se
aplica en alusión al huerto de los olivos de la Pasión.
Victoria del
latín victor significa ‘vencedor’, por ello es uno de los
nombres más apreciados en todos los tiempos y lugares, pues lleva inscrito en
él el don de la victoria. En la Edad Media se asoció a la vitoria de Jesucristo
sobre el pecado. Sin embargo, pagano o cristiano, ser un vencedor sigue siendo
el ideal del presente, y es muy popular por su significado y su sonoridad.
Adquirió gran fama debido a Victoria I, reina de Inglaterra.
Amelia
tiene un origen incierto. Puede derivar de la voz germánica Amal, ‘trabajo’ y berg que significa ‘protección’. También de la raíz germánica win, ’amistad’, o quizás del nombre
griego amále, ‘melosa, dulce, delicada,
sensible’.
No sé
si ‘aceituna’, ‘vencedor’ o ‘amistad’ tendrán algo que ver con esa película de
Woody Allen. Quizás el significado no sea lo que más me ha hecho admirar estos
nombres, quizás ni siquiera signifiquen nada. Igual que la joven Kirsten Dunst
creía en una película llamada ‘Elizabethtown’ que cada nombre significaba una
cosa, y que eso definía su primera impresión sobre esa persona. Puede que si
mañana me encuentre con una Olivia me acuerde de ese baile de los ochenta de ‘Grease’,
o quizás si me topo con una Victoria vea que mi suerte ha cambiado. De lo que
estoy segura es de que si encuentro a una Amelia voy a recordar a una chica
parisiense y soñadora; y no podré evitarlo, soy así.
Miss Golightly.