Menos mal que aún se aprecia el
valor de las pequeñas cosas.
Puede que ahora mismo estemos recluidos en una
isla, lejos de todo y de todos, y que hayamos arrasado con todas las barcas que
nos podrían salvar de esta continua desidia.
Pero bien, yo he venido aquí a
hablar de mi libro. Os resumo. Ya sé que estáis ahí, sentados, con el facebook
en una mano, y los apuntes en la otra, y bueno, el “qué coño está diciendo ésta”
en la cabeza, “estoy perdiendo el tiempo leyendo esta basura y ya he desaprovechado
5 segundos de estudio”. Pero bueno, no
es culpa vuestra. Reconozco que yo, y cada vez más, siento tal necesidad de
poseer cosas, gente y tiempo, que me reiría si viniera a mí un genio y me
regalara la mismísima felicidad eterna. Cuando meto la cabeza en un libro
sabiendo que tengo un reloj que pone al tiempo contra mí, cada segundo que
pierdo mirando por la ventana, me reconcome la conciencia. Si habéis leído
hasta aquí, os felicito, puede que ya no aprobéis vuestro siguiente examen.
Pero una cosa, oye. Al lío que
hay prisa. Si cada segundo de mi vida estuviera pensando en que he
desaprovechado ese segundo, la vida sería una mierda. Pensando, rápidamente,
las mejores cosas de la vida no necesitan ser medidas ni preparadas. Las
mejores cosas, las que cuando te están pasando sientes que nada podría
perturbarte en ese instante, y que cuando pasan, necesitas refugiarte en
ellas si estás agobiado; esas cosas, son las que hacen que la vida sea
menos estresante, irritante y desesperanzadora.
Sin embargo, ahora, el amor por
las cosas tan tangibles que nos queman supera cualquier atisbo de aprecio por
las pequeñas cosas.
Por eso, solo he venido aquí para que separéis un minutito
(60 segundos) la cabeza de los libros, el subrayador de los apuntes y el
red-bull de vuestras bocas; y deciros, que algún día, cuando estéis
asentados en vuestra acomodada vida de adultos de clase media, recordéis el
rayito de sol que os despierta por las mañanas, el olor a suavizante de vuestra camisa
favorita, las cañas que os tomasteis con vuestros amigos del insti, de la
universidad, del trabajo, la risa de vuestra madre, ponerse al sol en
primavera, vuestro 'gogo' preferido de infantil, el acogedor tacto de vuestra
cama al volver de fiesta, el zumo de naranja del desayuno, la mirada antes de
un beso, la forma de correr tan graciosa de vuestro mejor amigo, la letra de vuestra
canción favorita, la brisa en un día de calor inaguantable, el olor a palomitas
calientes, el sonido del timbre del instituto, la primera palabra pronunciada
por vuestro hermano pequeño, primo o hijo, el sonido del corazón contra el
pecho en vuestro primer enamoramiento, las lágrimas de vuestra primera crisis
emocional, el día que os quitasteis la bata de infantil para empezar primaria,
la fotografía borrosa de vuestro antiguo grupo de amigos, o la melodía de
vuestra serie de televisión favorita.
Y bueno, si consigo que recordéis
esto para ese momento, entonces, sí , podré decir que: 'menos mal que aún se
aprecia el valor de las pequeñas cosas'.
Bueno, y eso, ya. Seguid
estudiando y dejad de leer estas basuras, joder.