17 de enero de 2019

Allí

¿Que qué tal por allí? Buah, genial.
¿Qué se supone que debo decir? ¿Que fue la experiencia de mi vida, que todo lo que veo me recuerda a allí, que ojalá volver algún día, que ahora toca readaptarse a lo de siempre? Sí, por qué no. Todo eso que pensáis antes de formularme siquiera la pregunta. Los tópicos más radicales de las experiencias en el extranjero, los he vivido. Todo eso. Ya está. Eso era. Pero pensando, sobre todo era tiempo que pasaba, personas que hablaban, coches que pitaban, música que sonaba. Eso. Y en medio, una turista ajena a todo.
Sin embargo, sería un atrevimiento y una gilipollez por mi parte intentar resumir lo que siento con palabras pasajeras, como parece que voy a disponerme a hacer. Why not.

Allí, las cosas se veían muy reales. De eso que podías dibujarlas en tu cabeza nítidamente, y no hacer ridículos bocetos mentales como cuando estás en tu casa y repites monótonamente lo mismo. Los días pasaban a velocidad x32 pero recordabas cada detalle, porque joder, estabas allí y había que aprovechar el espacio mental. Allí la gente hablaba raro. Ahora lo echas de menos. ¿Por qué la gente hablaba ese español inventado? Ahora crees que utilizar las palabras que aprendiste te hace guay. Pero no, te hace más triste, y además, te hace quedar como una pedante. Pues allí el aguacate se dice palta. Voy a decir "palta" para siempre. Palta. Pedante. El mes que viene ni me acordaré y pediré aguacates en el "Mercadona". Allí la gente te da un beso en la mejilla para saludarte. Paciente, amigo, padre o vecino. Siempre. Ahora aquí os saludáis con la cabeza. Ey, qué pasa. Joder, echas de menos los besos que al principio odiabas. Allí, la gente te invita a sus casas, sus cumpleaños y sus asados. Aunque casi no te conozca. Aquí con suerte te saludan por los pasillos. Allí no todo era bueno. Allí había atascos de dos horas, allí tardabas en llegar al trabajo una hora con suerte, allí te gastabas los ahorros en comer y ubers. Allí no había calefacción. Amas la calefacción central. La has echado de menos. Pero también echas de menos los treinta grados que hacía en diciembre, la Navidad tomando helado, y el desierto al atardecer. Allí te creías rica cenando cada día en un restaurante distinto y yendo a todos los tours. Allí, hablabas con gente que ni se te hubiera ocurrido. Aquí, te lo piensas antes de dirigirte al chico del autobús y pedirle la hora. Allí, los meses no tenían nombre y los días eran números al azar, porque daba igual lunes, 16 o noviembre. Allí, podías cenar con vino hablando de política y no sentirte subnormal. Aquí, cinco chupitos a un euro. Allí, andabas una hora porque te apetecía desconectar. Aquí no vas a por leche porque el "Día" queda a cinco minutos. Allí, por fin hiciste treking, subiste cerros y caminaste por el desierto. Aquí, sueñas con salir un día siquiera a caminar. Allí, la vida parecía un simulacro de un futuro de trabajo y tiempo libre, un mundo en el que tenías amigos casados. Aquí, acabas de volver de la biblioteca, y sacas los tuppers de tu madre de la nevera. Allí, todo era rápido y lento, todo era relevante y trivial, los contrastes no lo eran porque nada era verdaderamente importante, o porque en realidad solo importaba eso. Allí, no pensabas en nadie de aquí, te sentías egoísta unos segundos al día, pero se te olvidaba con una "Torres del Paine". Allí, querías promocionar España porque qué buenas tortillas y morcillas. Aquí, haces pebre y guacamole a tus amigos. Allí, aprendiste medicina, la vida de los ubers, y algo de derecho internacional. Aquí, deberías estar aprendiendo lo que dicen en la clase a la que no has ido por dormir. Allí, puede que todo fuera más fácil cuando dejo de ser dificíl. Aquí, cuanto más fácil, más difícil lo ves. Allí, te tiraste a la piscina porque solo se vive una vez. Aquí, te da miedo porque no vaya a ser. Allí, las calles eran kilométricas y la gente corría hacia el metro a zancadas. Aquí, tienes cuatro calles a cada lado, y solo corren los universitarios porque llegan tarde a clase. Allí, creías por un momento que tu vida era eso, y no sabías cómo hacer para volver y no estar en la mierda; pero luego alguien te dijo que siempre es bueno volver a la realidad, y fuiste más feliz que nunca, y ganaste un amigo. Gracias. Aquí, la felicidad parece lejana pero está. Me la traje envuelta desde allí en mi miedo a volar y en mi ansiedad social, y la saludo por las mañanas antes de salir de casa.

Aquí, poco a poco, voy abriendo los libros sin miedo, y la gente me resulta familiar. Sigo llegando tarde a los sitios, yendo al cine los miércoles, bebiendo "Estrella Galicia" en los bares y comiendo pizzas del "Mercadona". Aunque mi vida no ha cambiado demasiado, yo puede que sí. Solo algo. Ese algo que no abandoné, sino que me traje de allí. Y eso sí que no lo puedo escribir. Sería una pedantería, y una cursilada. Pero aquí está, a mi lado, escribiendo esto. Me dice que ahora escucharé "bacan" por la calle, y me giraré a hablar con esa persona recordando que estuve allí; me dice que tomaré aguacates para desayunar los fines de semana; que no pensaré tanto en lo que piensen los demás; que tendré muchas personas para comentar los recuerdos de allí, y las noticias de aquí; que saldré a cenar para descubrir nuevos restaurantes; que no me quedaré en un lugar si tengo la oportunidad de descubrir otro; que querré aprender a bailar y a cocinar; que caminaré con más gusto y no me agobiaré más con las multitudes; que querré dedicarme a algo de lo que pueda vivir por gusto; que siempre querré volver pero que ahora estoy aquí.

Gracias a allí. Y digo allí, porque aunque yo y algunos que leéis sabéis a dónde me refiero; podría ser cualquier sitio. Igual que no hay un hombre/mujer de tu vida, sino muchos posibles que solo las circunstancias y la casualidad hacen reales; igual con los lugares. Podría haber sido otro año, podría haber sido otro lugar. Pero fue entonces y allí. Gracias.

Y en resumen: buah, genial.