10 de julio de 2013

Si todo fuera tan fácil

Si todo fuera tan fácil de decir como las palabras que se leen en un simple cartel, y nada más:

-Me caes mal.
-No, gracias.
-Debería irme a casa ya.
-En realidad, ese vestido es horrible.
-Eres feo.
-Quédate un rato más.
-Vas a perder.
-Menos mal que has venido.
-No te voy a volver a llamar en la vida.
-Te odio.
-Te quiero.
-Bésame estúpido.

Si todo lo que sale de nuestra boca no tuviera ese absurdo significado oculto. Si no interpretáramos nada, nada más allá de lo que con el propio lenguaje se quiere expresar. Si no tuviéramos una mente que todo lo tergiversa, y da vueltas, y vueltas, y revuelve, y acaba por llegar a una conclusión si no equivocada, completamente fuera de lugar.
Si todos dijéramos cada cosa que realmente pensamos. Si no tuviéramos la necesidad de quedar bien, de evitar una situación incómoda, de abandonarnos a lo convencional, de olvidar los pensamientos comprometidos, de aparentar, y de criticar la hipocresía, pero al mismo tiempo ser unos verdaderos hipócritas. 
Porque ¿no somos lo más hipócrita, ambiguo e irracional que existe?

Pero claro, en parte, eso es lo que nos hace ser humanos. 
Si todo fuera tan fácil, realmente, la vida carecería de significado en absoluto.