Ayer me di cuenta de que llevo sin escribir casi un mes y no me
acuerdo ni de cómo se coge el bolígrafo. De hecho, coje hasta me sonaba bien
antes de que la revisión ortográfica del Word me dijera amablemente, con un
subrayado en rojo bastante sonrojante, que se me ha olvidado conjugar el puto
verbo coger. Y mientras que estos días mi cerebro jugaba a las palas con las
ges y las jotas, yo he estado tragándome series, cerveza y sol a partes
iguales.
Y eso, que todo esto venía a
que qué bien que es verano. Nada que hacer excepto si trabajas, nada estresante excepto si te estás sacando el carnet de conducir, o ese curso de monitor de
mierda, nada por lo que preocuparte excepto si tu love de verano ha conocido a
una australiana de metro ochenta, nada por lo que llorar excepto cuando en un
arranque de valentía y necesidad decides pelar tu primera cebolla, y nada que
lamentar excepto haber perdido la maleta en el aeropuerto, haberte cruzado con
una medusa que te ha dejado marcado el brazo izquierdo, o haberte dado cuenta
de que nunca vas a conocer a tu crush, más que nada porque te saca veinte años
y vive en LA. Así que qué bien que es verano, ¿verdad?
Qué bien que solo nos
tengamos que preocupar de nosotros mismos y de pasarlo bien. Qué bien que haga
calor y existan los chiringuitos. Qué bien que veamos a esos amigos que creíamos
perdidos durante el año. Qué bien que podamos salir de noche y no tengamos que
madrugar. Qué bien la playa, la montaña, Guadalajara o Tokio. Qué bien perderse
en un festival o encontrar al amor de tu día en una barra. Qué bien aprender a
tocar la guitarra y a bailar claqué. Qué bien salir a la calle sin llaves o
estrenar la bicicleta nueva. Qué bien nadar de espaldas y mancharte las gafas
de arena. Qué bien bailar sevillanas y aprender a decir palabrotas en chino.
Qué bien creer que queda mucho para septiembre y tragarte todas las temporadas
de todas las series que puedas. Qué bien cenar palomitas y desayunar
macarrones. Qué bien decir hasta el próximo verano. Qué bien que en mis pupilas siga entrando luz del sol. Qué bien que en
mi cerebro se produzcan intercambios de información.
Y ya paro, porque no me gustaría que me acusasen de mal plagio y peor
escritora.
No quiero ser la idiota de turno y decir que el verano está ahí ahí, que
si sí que si no, que si se va que si se queda. Pero os recuerdo que el tiempo
vuela, time flies, carpe diem, tempus fugit, sarandonga, finito, no, azúcar no,
qué genial, qué astuto, qué indecente, qué maravillosamente oportuno, tu puta
madre.
Así que sí, estamos en agosto. Espabilad. Quemaros por dentro de alcohol,
música, besos, arena, sudor y netflix, porque sí, nos vemos en septiembre.
No me odiéis.