11 de septiembre de 2016

Generación Y

Dicen de nuestra generación que somos la de la depresión fácil, la de estresarse por salir un jueves e ir a clase un viernes, la de entristecerse cuando llueve, o la de enfadarse porque se nos ha estropeado el wifi. Lo dicen sobre todo los que han vivido otra época, así, como con tono despectivo, como queriendo decir: "millennials de mierda, espabilad, y aprended a haceros bien un huevo frito". Y te da una sensación como de que eres un inútil ahora y serás un muerto de hambre en el futuro, una sensación de tremendo vacío existencial, un escalofrío que te recorre el cuerpo cada vez que te dicen eso de: "estos jóvenes de ahora...". Y es un círculo vicioso. Otra vez vuelve la depresión fácil, las ansias de salir de fiesta, la vagueza de los domingos, la bronca de los ajenos a esta vida, la depresión fácil...

El resultado de todo ello, es que te sientes un incomprendido fuera de tu círculo de alcohólicos y vagos. Pero no nos equivoquemos. Las generaciones de mierda siempre han existido. Se suceden sin pausa en un continuo de broncas y excesos. Desde Rimbaud hasta Kerouac. Y ellos tenían el hada verde, los hippies, el rock and roll y la cocaína. Tengo la impresión de que no estamos tan mal. 

Todo ha sido criticado, y todo ha pasado. Desde luego, los likes pasarán, los botellones pasarán, los realities pasarán, lo de no querer nunca emanciparse pasará, esta generación de mierda pasará. Y entonces nos atropellarán unos chavales que ni siquiera han nacido aún, nos dirán que son la mejor generación que ha existido nunca, nos reprocharán que no veamos bien lo que hacen, cómo visten y cómo hablan, y les reprocharemos que eso en nuestra época no pasaba, que esta juventud se va a la mierda, y que dónde han quedado los festivales y las cañas. 

Pues sí, esta generación se va a la mierda. Lo sé desde que los botellones molan más que los bares, desde que el ruido mola más que la música, desde que bailar de lejos no es bailar y follar de cerca no es follar, desde que la cinco se ve más que la dos, desde que levantar la tapa del ordenador es más fácil que abrir la de un libro, desde que los amigos se cuentan en likes, desde que los campana están de moda, y luego los pitillo, y luego los campana, y luego... Lo sé desde que un día que estoy sin wifi es peor, mucho peor, que un día sin pan, desde que el mejor día del mes es el día en el que te cargan los datos, desde que el móvil ya no sirve para llamar, desde que vivir del dinero de los padres es la forma de vida más habitual.

Y aún así, me encanta que me digan que no sé nada de la vida, que solo sé gastar y salir, que cómo voy a salir así de casa, que cómo me gusta esa música, que si puedo estar un minuto sin mirar el whatsapp, que si algún día sabré lo que quiero. Me gusta sentirme diferente y, al mismo tiempo, tan igual a todos. Estoy segura de que a pesar de lo que nos separa, Bukowski y Elvis sientieron lo mismo. Y sin ir tan lejos, nuestros padres sintieron lo mismo. Estamos, sin saberlo, condicionados por una época que nos define, nos deforma y nos delata. Mil veces he dicho que odio la época que me ha tocado vivir, y sin embargo, mil y una diré que en otra generación no sería yo.

Y aunque, días tras día, grite que no quiero seguir al rebaño, y necesite hacerme la inconformista, la independiente y la guay bailando canciones pasadas, bebiendo bebidas pasadas, y leyendo libros pasados; nunca nadie podrá sentir lo que es estar dentro de una época que no es la suya. Se necesita vivirlo como nuestro, explorarlo desde dentro. Estoy segura de que Dylan odiaba a su generación, y sin embargo, no cabría imaginarlo fuera de ella. Yo tengo una relación de amor-odio con la mía, y sin embargo, sigo sufriendo de adicción a las redes sociales, depresión fácil, y vagueza extrema.

Así que, por lo que parece, nuestra generación se va a la mierda, y qué bien.