25 de marzo de 2015

La delgada línea entre el ser, y el querer ser, y el querer ser a cualquier costa


Siempre, a cada hora, soñaremos con un futuro incierto, de camillas de hospital, o bares de mala muerte, o clases de instituto, o juzgados, o edificios gubernamentales, o luces y cámaras, o partituras, o un ordenador sustituyendo a una máquina de escribir.  Y aún ni siquiera sabemos si viviremos para contarlo. Cada día que pierdes, la vida ha avanzado a un ritmo de 2x, y tu cabeza ya soñaba desde el 96 a 16x. Luchar, cantar y dormir es el resumen del hueco que queda entre el ser y el querer ser. Saber a ciencia cierta que tus libros y tus sueños sirven para algo es algo que no sabes hasta que ves a la parca.

No puedo vivir sin ti. No hay manera. 

Persona, cosa, idea o hierba, todo se reduce a creer que la vida se reduce a eso. Y no os encontraréis nunca satisfechos, porque la satisfacción es algo que solo puede alcanzar el que no quiere ser nada, y es por inercia. Vivir aparenta ser más fácil cuando ser a cualquier costa se encuentra por delante en tu lista de prioridades.

Y ahora piensas. Tu persona de referencia, la persona de tu vida sin saberlo, la que hace todo aquello que envidias, la persona por la que luchas, a la que sonríes, la persona que baila siempre en todas las fiestas, la que siempre cuenta esos chistes malos, la que te da buenos consejos, la que te los da malos, la que parece ser tu mejor amiga, la que trabaja en recepción, el conductor del autobús que coges todos los días, el autor de tu libro favorito, tu médico, el gordito de tu clase de primaria, el que te caía mal, las gemelas a las que siempre confundías, los novios que eran tan pegajosos, la profesora de la que no parabas de quejarte, el profesor al que adorabas por encima de tus posibilidades, cada una de las señoras que refunfuñaban en el autobús, el buenorro de los martes, la bailarina del ballet ruso que viste una vez, el cantante borracho y loco al que adorabas, tus compañeros del cole, del instituto, los de la universidad, tu novio, tu novia, tus amigos de paso, tus amigos de siempre, tus padres. ¿Solo eran, querían ser, o querían ser a cualquier costa? ¿De verdad las personas se dividen en tres categorías inútiles?

Somos simples. Son simples. Primero, quieres ser, luego ser a cualquier costa, y finalmente, eres; justo cuando te estabas empezando a dar cuenta de que nada ha merecido la pena. Te das cuenta de que todos han estado, están y estarán tan jodidamente perdidos como tú, solo que algunos lo esconden mejor que otros.






12 de marzo de 2015

Pero de verdad te quiero

Si las guerras dependieran de las dos palabras más odiadas de la tierra, seguramente nos hubiéramos extinguido. Cada persona de clase media, estudiante o trabajador, o rico, empresario, médico, cantante, presidente, o ¿sacerdote?, encuentran en estas letras un sin sentido ridículo, ansiado, extraño, incierto, pesado, oscuro, envenenado, animado, absurdo, prometedor, o incluso terrorífico. Por supuesto, hablamos de personas, y no podría ser de otra manera. Si fuera tan fácil ¿qué gracia tendría que en el Olimpo jugaran a los dados? Si los niños juegan creyendo más importante sus risas que un beso en la mejilla, los adolescentes se mofan inconscientemente de un algo absurdo, anticuado y ridículo, y los jóvenes se ciegan y sobrepasan el límite de sus lágrimas y sábanas, y los adultos pelean con la palabra tanto que la estrujan y la convierten en platos rotos y papel, y los ancianos vuelven a jugar creyendo que al fin y al cabo, la risa compensaba. Somos como niños, y jugamos a juegos de mayores, os diréis. Bueno, crecer nunca estuvo de moda. Y en el amor menos. Shakespeare, te quiero. 

Y luego diréis que somos cinco o seis. 

Y el amor juega a la ruleta rusa otra vez ¿Serás tú? Seguro, si todos somos reyes, todos somos esclavos de amar y ser amados.

Y ahora, el amor no existe, son los padres. Quizás, pero sigue pensando en sus ojos, y tú en su sonrisa, y tú ríete de sus chistes sin gracia otra vez, y tú finge una vez más que te encanta esa música horrenda. Hacedlo, de verdad. Me hacéis gracia cuando luego negáis ser presos de un Cupido estúpido y ridículo. 
Y la raza humana llora, de nuevo. Llora y ríe por eso. Qué cosita es.