1 de enero de 2016

¿Feliz? año nuevo

Estoy tan confundida que no tengo ganas ni de hablar. Pero no puedo callarme ni un segundo. La sensación contradictoria de ser tan feliz y tan triste al mismo tiempo es una putada. Y es lo que siento cada vez que se me va un año de vida. Os lo comento para que vayáis tomando nota. 
Quiero que todo el mundo al que conozco le toque la lotería y que me invite a cenar a uno de esos restaurantes en los que hay que reservar con meses de antelación. Quiero que os caséis los que tengáis edad y que os enamoréis los que aún estéis buscando una media naranja o un medio limón pocho o lo que sea que busquéis. Quiero que encontréis el trabajo soñado de vuestras vidas, o que saquéis los cincos que necesitéis para aprobar el grado, o que encontréis la puta vocación que no encontráis por ningún lado o que habéis perdido por culpa de los exámenes de enero. Quiero que conozcáis a mucha gente, pero solo a gente que os caiga bien. Quiero que hagáis muchos amigos, de esos que duran para toda la vida, o de los que te abandonan después de haber tomado demasiadas copas. Quiero que comáis de todo los que os guste hasta reventar y que conservéis el tipín, las curvas o los michelines que os apetezcan. Quiero que viajéis al lugar al que siempre habéis querido ir, a la Patagonia o a Berlín, o que os quedéis tumbados en el sofá viajando solo para alcanzar el mando de la tele. Quiero que vayáis al cine cada día, o al teatro, o al bar de la esquina, y que os evadáis de toda la mierda del mundo. Quiero que no os pase nada malo, que no tengáis accidentes, ni que se os muera vuestro primo tercero, ni que os cortéis con las tijeras de punta redonda, ni que suspendáis esa asignatura del segundo cuatri que todo el mundo suspende. Quiero que seáis libres, libres para elegir dónde cagar o a quién votar, libres para hablar de lo que queráis o con quien queráis, libres para criticar, cantar, mirar de reojo o besar lo que os de la gana. Quiero que no os equivoquéis nunca, sea eligiendo un postre o una carrera, una pareja o unos zapatos para la cena de fin de curso. Quiero que tengáis suerte, que os lluevan las oportunidades para trabajar en lo que queráis, o para ir de espectadores a la tele. Quiero que queráis con ganas y que os quieran de vuelta. Quiero que nunca tengáis que pedir perdón por rozar la teta de vuestra abuela o hablar en mitad de una misa. Quiero que no lloréis, que no tengáis nada de lo que preocuparos y que vuestro año sean solo risas, de la buenas, no de esas mierdas que hacemos cuando estamos asustados. Quiero que sintáis lo que queráis sentir, que probéis esa bebida o esos labios que nunca os habíais atrevido a probar, y que salgáis victoriosos del duelo. Quiero que viváis muchos años, que no me dejéis nunca, que no me olvidéis, que llevéis una foto mía en vuestra cartera y una grabación de mi risa en vuestra mente, quiero que me queráis como os quiero y que sepáis que os quiero más que a mi smartphone. 

Pero por si no os lo imaginabais ya, yo os lo digo. Yo no quiero un año lleno de alegría, amor y dinero. Quiero un año con momentos tristes, incómodos e imprevistos. Quiero que me hierva la sangre de ira cuando discuta con el limón pocho de mi vida, quiero frustrarme cuando acabe de ver mi serie favorita, quiero llorar cuando pierda mi móvil en algún bar después de una borrachera, quiero asustarme cuando crea que mis amigos se han olvidado de mí en una noche de fiesta, y quiero hacerme daño cuando baile un canción de los ochenta y me resbale y casi me mate. 

Pues eso, que quiero un año de mierda con pequeños momentos de felicidad extrema. Y bueno, os deseo lo mismo, y a parte de eso, mucha felicidad, amor y suerte.