4 de febrero de 2015

Basado en hechos reales

La ficción no es ficción, sino una copia de una copia de una copia... no, en serio. He oído a gente decir que no le gusta ir al cine o leer libros porque no es algo real. Mi cara nunca tiene desperdicio en ese instante. Muchas veces olvidamos que somos nosotros mismos los creadores de todo eso. Que esas cosicas a las que llamamos arte, no se nos han puesto ahí por la Divina Providencia. Que si el ser humano se llama humano, es por eso, y un par de descubrimientos científicos. Que las historias que queremos reflejar en canciones, discos, o servilletas de papel, se basan en nuestras vidas. Que si un extraterrestre viaja a nuestro planeta, llora, o mata. Que si a un padre y a un hijo les llevan a un campo de concentración, el padre hace lo que sea para que su hijo no sufra. Que si una chica te gusta, tú le regalas los narcisos amarillos que hagan falta. Que si ves un cometa, pides un deseo. Que si juegas a encontrarte por París con una mujer, al final lo haces. Que si en una comarca unos hombrecillos encuentran algo muy poderoso (véase, un anillo), algunos no lo dejan escapar, y otros hacen lo que sea por el bien de los demás. Por el amor de Dios, si hasta en una galaxia muy lejana, en una ciudad llena de hombrecillos azules, y hasta bajo el mar, la gente se enamora.
Que mentirte en cada escena sería de mal gusto. Que los personajes son personas, y las historias, realidades. Que eso existe, que la ficción se fundamenta en la realidad, Que puede que la purpurina, la exageración o la pomposidad, sean eso, purpurina, exageración y pomposidad. Pero que cada sensación, cada lágrima, beso o grito de ficción, van siempre precedidos de una escena de nuestra vida. Una conversación en un bar, una mirada en el vagón del metro, un baile en una discoteca, una libreta de una clase de instituto, una caja de bombones en la sala de espera de una primeriza, una madre peinando a su hija, unos amigos discutiendo, unos niños jugando en el parque, una marca de pintalabios en la mejilla, un abrazo en el aeropuerto, una caricia en el pelo. Miles de recuerdos que no han necesitado ser escritos para ocurrir. Pero que ahí están. Iguales, clavados, de una manera u otra delante de tus narices, diciéndote: "mírame, estoy en forma de bits o papel, pero soy real, soy como tú y la gente que conoces". Todo está basado en hechos reales. Ah, y por favor, no me volváis a decir que es que todo es tan bonito en las películas, ¿acaso vuestra vida no lo es? 




1 comentario: