Si las guerras dependieran de las dos palabras más odiadas de la tierra, seguramente nos hubiéramos extinguido. Cada persona de clase media, estudiante o trabajador, o rico, empresario, médico, cantante, presidente, o ¿sacerdote?, encuentran en estas letras un sin sentido ridículo, ansiado, extraño, incierto, pesado, oscuro, envenenado, animado, absurdo, prometedor, o incluso terrorífico. Por supuesto, hablamos de personas, y no podría ser de otra manera. Si fuera tan fácil ¿qué gracia tendría que en el Olimpo jugaran a los dados? Si los niños juegan creyendo más importante sus risas que un beso en la mejilla, los adolescentes se mofan inconscientemente de un algo absurdo, anticuado y ridículo, y los jóvenes se ciegan y sobrepasan el límite de sus lágrimas y sábanas, y los adultos pelean con la palabra tanto que la estrujan y la convierten en platos rotos y papel, y los ancianos vuelven a jugar creyendo que al fin y al cabo, la risa compensaba. Somos como niños, y jugamos a juegos de mayores, os diréis. Bueno, crecer nunca estuvo de moda. Y en el amor menos. Shakespeare, te quiero.
Y luego diréis que somos cinco o seis.
Y el amor juega a la ruleta rusa otra vez ¿Serás tú? Seguro, si todos somos reyes, todos somos esclavos de amar y ser amados.
Y ahora, el amor no existe, son los padres. Quizás, pero sigue pensando en sus ojos, y tú en su sonrisa, y tú ríete de sus chistes sin gracia otra vez, y tú finge una vez más que te encanta esa música horrenda. Hacedlo, de verdad. Me hacéis gracia cuando luego negáis ser presos de un Cupido estúpido y ridículo.
Y ahora, el amor no existe, son los padres. Quizás, pero sigue pensando en sus ojos, y tú en su sonrisa, y tú ríete de sus chistes sin gracia otra vez, y tú finge una vez más que te encanta esa música horrenda. Hacedlo, de verdad. Me hacéis gracia cuando luego negáis ser presos de un Cupido estúpido y ridículo.
Y la raza humana llora, de nuevo. Llora y ríe por eso. Qué cosita es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario