24 de junio de 2018

Destino o casualidad

Me gusta el drama, y al mismo tiempo, me la suda todo.
Siempre intento ser de mente abierta, moderna, guay, tolerante, diversa, y eso. Pienso que tener sentimientos, querer, echar de menos, y melancolizar todas las situaciones posibles, es algo que no sé hacer; y sin embargo, hago a todas horas. Pero si hay algo que he aprendido estos días, es que, justamente, pretender etiquetar a todo y a todos es el principio del fin de toda definición. Somos contradicción, líos, idas de olla, imperfecciones. Y eso mola. 

Así que sí, cada vez lloro más con las películas tristes, me encanta ponerme a dar saltitos cuando suena "Emborracharme" mientras me tomo un thriller, y he empezado a decir te quieros sin que me tiemble la voz. Puede ser por eso por lo que, a día de hoy, cerrar etapas, decir adiós, hasta luego, hasta que quieras, hasta que no quieras, me voy, me quedo, nos vemos, nos veremos, no nos veremos; me resulta más difícil que nunca.

Ahora siempre me voy, no con lágrimas, pero sí con una pequeña congoja en el corazón que despierta mi inclinación por escribir estas mierdas. Y este año, más que nunca, siendo el año de los cuartos, de las bandas, de los TFGs, los masters, las oposiciones, los ni puta idea, los me han cogido, los me voy a la otra parte del mundo, los me vuelvo a casa, los ya veremos, los qué pasará, los últimos conciertos, los últimos paseos, los últimos besos, los últimos exámenes, las últimas cervezas, los últimos bailes, los últimos suspensos, las últimas resacas, los últimos días, ¿los últimos? No way.

Estas semanas han sido las primeras en cuatro años en las que me he despedido de más gente que la que he conocido. Pero también han sido las semanas de las primeras veces. 
La primera vez que como yuca, la primera vez que tomo churros con chocolate antes de volver a casa de fiesta, la primera vez que voy a la piscina con gente que, paradójicamente, conozco de hace años, la primera vez que utilizo la palabra "idiosincrásica" en una frase sabiendo lo que significa, la primera vez que tengo que recuperar mi asignatura favorita de la carrera, la primera vez que recito en público, la primera vez que tomo una mahou sin alcohol, la primera vez que me hablan abiertamente sobre poliamor, la primera vez que no me piden el carnet para comprar alcohol, la primera vez que veo una serie en catalán, la primera vez que recorro tres ciudades en 24 horas, la primera vez que bebo todos los días de la semana, la primera vez que escucho trap por gusto, la primera vez que me doy cuenta de todas las primeras veces que obvio pensando en las últimas.


Después de una ardua discusión de sobremesa sobre el destino y la casualidad, he llegado a la conclusión de que las contradicciones no solo forman parte de nuestra vida, sino que nos ayudan a vivirla. Que lo que para unos es el destino, y para otros la casualidad poética, o Dios, o el Universo, o su puta madre, nos ha colocado aquí, en una posición difícil de adioses y últimas veces; pero que también nos hace encontrar otras tantas razones para poder sentirnos un poco mejor o un poco menos como una puta mierda con la vida.

Las personas, al contrario que las cosas, no pueden mantenerse estáticas en una misma definición durante mucho tiempo, ni en un mismo lugar. Hay que volar, descubrir, deconstruirse, cambiar de opinión una y mil veces, y luego, el destino o la casualidad volverán a colocarte en el punto de partida. O no.
Y es que, mis semanas de las primeras veces han sido bonitas y tristes a partes iguales. Y puede que haya escuchado demasiadas canciones de bajona, o que el alcohol aún no se haya disuelto de mi organismo. Pero creo que la melancolía de hoy no durará mucho, porque seguramente mañana volveremos a bailar a cualquier otra parte, y a jugar al futbolín borrachos.






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